Con la primavera, igual que vuelven las golondrinas a los limoneros, vuelve el Viaje de Estudios de 2º de Bachillerato. Me encanta ver a los alumnos aprendiendo y disfrutando en escenarios vivos, o simplemente asombrados de tanto montón de experiencias y acción real.
Y la acción ha llevado al 2º de Bachillerato del IES Castillo de Luna de La Puebla de Cazalla por cuarta vez a los Países Bajos. Fueron años emocionantes el 2013, el 2018 y el 2023 (en nuestro corazón aún todos ellos y los chicos que los vivieron) y ahora el 2024. Ya 175 alumnos nuestros han podido ver una pequeña muestra de uno de los países más hermosos del planeta.
Un Ámsterdam más soleado que en otras ocasiones nos ha permitido disfrutar de la explosión de narcisos, jacintos, tulipanes…que nos han saludado desde los jardines de ésta y otras ciudades y desde campos inmensos en los caminos y carreteras; una ocasión única en este país que, como les decíamos a los alumnos, exporta el 60% de flores de todo el planeta. Además, patos de todos los colores, fochas, somormujos, cisnes, barnaclas y más animalillos de Dios estaban ya por todos sitios con cara de primavera.
Un país que tiene más museos que ningún otro (¡más de 1000!) y un nivel cultural y académico apabullante y que, contra todos los tópicos que arrastramos los mediterráneos, que nos creemos ser los más guays a la hora de divertirnos, tiene más eventos culturales y festivos y más celebraciones que en toda España.
Todo eso, y sólo para empezar, convierte a los Países Bajos en un hermoso mosaico de posibilidades. Lo hemos puesto al alcance de nuestros chicos durante cinco días, sí, lo sé, bien poco tiempo para abarcar tanto, pero era sólo un aperitivo en grupo de lo muchísimo que pueden hacer con sus propios planes futuros de viajes.
Hemos dado mil vueltas para diseñar las rutas por Ámsterdam y por seis ciudades y pueblos y hemos conseguido un viaje compacto y variado: Leiden con su ambiente de gran ciudad universitaria, Haarlem y esa enorme iglesia gótica de San Bavón en su plaza del mercado, Delft, pequeña y llena de rincones medievales y de escaparates de cerámica, Scheveningen, ese barrio costero donde corrimos por su playa de 5 kilómetros, La Haya, donde el Museo Mauritshuis nos regaló el cuadro de esa chica que nos mira fijamente con su perla desde hace más de cuatro siglos, la Corte Internacional de Justicia, Zaanse Schans y sus atmósfera de cuento de hadas lleno de molinos, Volendam, un puerto-dique donde comimos buen pescado y casi salimos volando… y Ámsterdam.
Hay algo de ambiente de pueblo en Ámsterdam, pero por sus dimensiones nos contradecimos. Los chicos que sí estaban interesados preguntaban esa casa qué es, ese canal de dónde viene, por qué hay tantos puestos de papas fritas, por qué no hay casi letreros luminosos, por qué millones de bicicletas, cómo se salvó el diario de Ana Frank, por qué no viven los reyes en ese súper palacio de Amsterdam, por qué no hay rejas en las casas… Me encantan las preguntas, pero algunas deberán buscarlas en su guía que les escribimos con la portada de “La Chica de la Perla” de Jan Vermeer, compañera y símbolo del viaje, otras ya las fuimos contestando Juan, que se lo sabe todo, Amparo, atenta a todo, o yo.
Pero otras preguntas sobre lo visto y también lo decidido para su tiempo personal, bueno, o malo (como sus ampollas y dolores múltiples), las contestarán y pensarán ellos solos, ahora, o en otro momento de su vida.
Esperamos que todo lo que han vivido quede finalmente, y por encima de todo lo demás, en algo tan inolvidable y bueno como un bello reflejo nocturno en un canal.