VIAJES QUE CREARÁN VOCACIÓN:
FIN DE ESTUDIOS DE BACHILLERATO 2021-23
Siempre me planteo la organización de un viaje de estudios como una clase intensa que se vive en espacios y con horarios inusuales. En ella, todos los que disfrutamos con estas travesías escolares a tiempo completo, pretendemos seguir enseñando y que el alumno apenas se dé cuenta de que está absorbiendo datos y habilidades útiles, por supuesto que no se nos aburra como a veces ocurre en las aulas, motivarlo, darle algo en lo que pensar, darles el máximo de aprendizaje y que sea una marca indeleble y, a la vez y no menos importante, que perdure en el rincón de sus vivencias más queridas. Como broche de oro a este puzle de intenciones, siempre esperamos que se produzca el milagro de la química personal entre el que enseña y el que aprende y entre los propios grupos y grupúsculos que forman el conjunto de los viajeros.
Tras tres años de razones combinadas, bien por el COVID, o bien por restricciones de otros tipos, el alumnado de 2º de Bachillerato del IES Castillo de Luna de La Puebla de Cazalla ha vuelto a coger maletas con los profesores que ellos eligieron y nos hemos ido a los Países Bajos. En sólo cinco días hemos recortado la imagen de los canales, el caserío señorial con tejados en gablete, los molinos, los ubicuos narcisos y tulipanes, las pequeñas granjas de colores brillantes y la riqueza de un país soberbio que fue el más poderoso y rico durante su edad dorada de su comercio con oriente.
Los chicos, cada cual a su modo, recordarán todo esto y también el viento helador, las lluvias esporádicas, las rutas a pie que nunca antes habían hecho y puede que recuerden un resfriado que importaron del norte de Europa porque no llegaron a entender lo de “llevaros un buen anorak y ropa cálida”.
Todo sirve para esa clase intensa que ha durado cinco días y que a los profesores Amparo Montero Brenes, Juan G. Moreno Catena y a mí misma, nos ha servido para descubrir más a fondo un grupo humano encantador, un alumnado entre los que esperamos hayamos sembrado un brote que crezca y se convierta en planes personales para seguir viajando y no quedarse viendo pasar los vientos, por muy fríos que éstos sean.
Han tenido todo un catálogo de lo que puede dar de sí un viaje cultural con tan poco tiempo y presupuesto, de esos en los que se aprende a escuchar cómo se hizo el palacio que tienes al lado, a buscar dónde hay gastronomía del país, o a elegir el mejor momento para ver las luces de un puente en los reflejos de un canal.
Estos 44 niños nuestros han podido llenar de contenido su viaje con un puñado de anécdotas personales, pero todo el que lo ha querido ha tenido también la oportunidad de enriquecer lo que sabe del mundo (incluyendo que los Países Bajos no están en el Mediterráneo).
Y así, ya deben saber ubicar Utrecht, donde una tormenta se llevó media catedral, o Leiden, donde los canales reflejan los edificios de una de las universidades más antiguas de Europa, o La Haya, una elegante capital donde almorzar cerca del Parlamento, o los molinos de Zaanse Schans, que excepcionalmente hasta los vimos rotar, o Edam, un pueblo tranquilo con callejones de piedra y un cementerio judío donde todos se llaman Abraham, o Volendam y su puerto con barquitos antiguos de pesca (¡qué buen pescado pillamos algunos!) y por supuesto… todos podrán saber de Ámsterdam.
Algunos mirarán hacia atrás a sus días allí en Ámsterdam y ya siempre reconocerán la magistral “Ronda de Noche” de Rembrandt, desearán leer el emotivo testimonio de Anne Frank en su famoso diario, o volver con la mente a la fastuosidad del Palacio Real que visitamos empapados por culpa de una lluvia caprichosa, o a la vista hasta el infinito de tejados y torres desde la terraza de la biblioteca, o vendrán seguramente como ráfagas inesperadas tantos y tantos lugares que ni sabrán dónde estaban, pero sí que estuvieron allí.
Para los que sólo vieron un canal inacabable, será como haberse tumbado a ver pasar el viento, sin tomar parte en el continuo movimiento, pero para algunos, y no importa que sean pocos, habrá valido la pena todo el esfuerzo que se ha hecho y que se conviertan ellos mismos en un viento inquieto que se paseará por el mundo.